Procrastinar

Procrastinar: significa diferir o aplazar (RAE, 2024).

Esta palabra proviene del vocablo latino “procastirnare” que significa posponer, retrasar, aplazar o prolongar la realización de una tarea (Barraza y Barraza, 2018). Se trata de una conducta que puede originarse como mecanismo de defensa ante situaciones amenazantes o desagradables. Sin embargo, procrastinar dichas tareas genera por otro lado sentimientos de abatimiento, nerviosismo e inquietud. (Altamirano-Chérrez et al., 2021). Procrastinar tiene que ver con la preferencia a realizar actividades más satisfactorias a corto plazo, como ver una película, comer o pasar el rato en las redes sociales. Lo cual nos aleja de aquellas actividades que implican efectos positivos a largo plazo, como puede ser ir al gimnasio, entregar un trabajo o limpiar la casa (Laureano & Ampudia, 2019).

A priori, puede parecer que la procrastinación tiene que ver con la pereza, pero podemos observar cómo se encuentra muy relacionada con la ansiedad y la autoexigencia. Pongamos un ejemplo: chica de 17 años que quiere entrar en la carrera de medicina. Para lograr su objetivo, ha de sacar una nota muy alta, lo cual le exige mucho esfuerzo. Esta chica comienza a exigirse cada vez más, como parte de su método para conseguir llegar a la meta. Tanta es la exigencia que comienza a descuidar su descanso, alimentación, relaciones sociales… Y empieza a tener síntomas de ansiedad. La ansiedad no es más que un indicador que su cuerpo le da para que descanse, pero como ella tiene un claro objetivo, no se lo permite. Esta chica comienza a pasar más horas de lo normal en tiktok, se siente desconcentrada, sufre atracones… y empieza a evitar enfrentarse a sus tareas académicas, ya que cada vez que se sienta delante de su escritorio, le cuesta respirar y siente una presión en el pecho. Así que opta por procrastinar. Es decir, que procrastinar también es evitar el malestar que nos produce enfrentarnos a una tarea que requiere un gran esfuerzo.

No hay una única causa que explique la procrastinación, sino que, se puede deber a diversos motivos diferentes dependiendo del caso. Por ejemplo, en una formación sobre ansiedad, el psicólogo Arturo Javier Casas Fuster, nos explicaba que la persona que procrastina es aquella que ha aprendido que es “suficientemente competente”, debido a que en numerosas ocasiones en las que ha dejado sus tareas o aquello que tuviese que hacer para “última hora”, ha conseguido obtener un resultado óptimo o aceptable. No podemos obviar que, por supuesto, esto también puede tener consecuencias manifestadas, con síntomas de ansiedad, dado que trabajar bajo la presión de que no te queda mucho tiempo supone estrés. Muchas personas han aprendido a funcionar de esta forma y les es muy difícil trabajar de otra manera, a pesar de los perjuicios que esto puede conllevar a largo plazo. Por otro lado, son diversos los estudios que sugieren que las personas que llevan a cabo la conducta de procrastinar, viven las situaciones en las que son evaluados como amenazantes y esto, les genera ansiedad, vergüenza y enfado. (Guzmán, 2017). También, es muy común encontrarnos esto en personas con un alto nivel de perfeccionismo, que pueden terminar evitando la realización de tareas por sentir que no van a llegar a obtener los resultados deseados y las emociones que a ello le acompaña.

Otro factor a tener en cuenta en relación a este tema es la influencia de las nuevas tecnologías. Contreras, Moreano y Villagómez (2023) concluyeron en su investigación con estudiantes universitarios que la procrastinación y la dependencia al móvil están relacionadas. El uso excesivo de pantallas es un comportamiento que llevamos a cabo casi sin darnos cuenta, de manera automática y sin mucho esfuerzo, por lo que es muy fácil caer en la tendencia de pasar horas con el teléfono móvil y posponer aquellas cosas que sabemos que tenemos que hacer. Este tipo de tendencia se mantiene porque a corto plazo nos resulta gratificante evitar el esfuerzo, las sensaciones desagradables de las que hablábamos anteriormente, la pereza… pero a medio/largo plazo, nos termina generando estrés y/o sentimientos de culpa por no cumplir con lo que tenemos que hacer.

Por último, cabe mencionar que detrás de todas estas causas, existe una premisa fundamental: el autosabotaje. Sabemos que esforzarnos y ser constantes en determinada tarea nos puede conducir al éxito, sin embargo nos encontramos constantemente procrastinando. Te invito a considerar las siguientes preguntas: ¿Qué ocurre si te permites luchar por conseguir aquello que tanto miedo te da?, ¿Qué supone en tu sistema familiar que tú alcances el éxito?, ¿Qué implica para tus padres que tú seas más independiente y autosuficiente?, ¿Sentirían que les necesitas menos?, ¿O sentirías tú que ellos están menos pendientes de ti, cuando tú funcionas de forma más eficaz?

Los distractores que encontramos en el camino (como las redes sociales), nos alejan de nuestras necesidades reales, pregúntate cuáles son estas. A veces es importante mirar hacia dentro y ver qué es lo que hace que tengamos puesto el freno de mano.

Si te has visto en algún momento procrastinando, y esto te ha generado malestar, te dejo algunos recursos que pueden ayudarte:

  • Practicar la autorregulación emocional para gestionar aquellas emociones que nos resultan desagradables de cara a afrontar determinadas tareas.
  • Intentar realizar una gestión del tiempo óptima, priorizando aquellas actividades que consideremos.
  • Crear pequeños hábitos que nos ayuden a tener una rutina y organizarnos mejor.
  • Realizar actividades placenteras durante el día y utilizar de manera efectiva los descansos.
  • Analizar y encontrar cuáles son las motivaciones que nos impulsan a hacer aquellas cosas que a priori nos pueden resultar amenazantes y cuál es la recompensa a medio/largo plazo.
  • Crear premios que podamos otorgarnos al terminar una tarea que tuviésemos pendiente.
  • Poner tiempos y/o fechas límite para la realización de la tarea.
  • Disminuir las posibles distracciones (por ejemplo, dejar el móvil en otra habitación).
  • Identificar cuándo siento que nada de lo que hago me parece perfecto y/o creo que nunca llego a la perfección, para poder reducir el nivel de autoexigencia.
  • Revisar cómo te hablas cuando estás procrastinando y permitirte hacerlo de una forma más amable.

Si bien es importante que identifiquemos y entendamos nuestras necesidades, que seamos capaces de darnos cuenta de cuando estamos procrastinando, también es importante tener un gesto de autocompasión y no castigarnos por ello. Así como poder tomar conciencia de cuando esta conducta está siendo muy recurrente en nuestra vida y que esto sea un indicador de que necesitemos un espacio donde poder trabajar en nosotros mismxs, un espacio donde podamos responder a todas las preguntas que os hacemos unas líneas más arriba.

Por último, qué mejor que utilizar un ejemplo personal para concluir con esto de la procrastinación. Y es que, nosotras llevamos un tiempo procrastinando esta entrada del Blog. Sabíamos que lo teníamos pendiente y en varios ratos nos hemos dicho “jo chicas, tenemos que escribir la entrada”, pero no encontrábamos la inspiración, ni el momento de hacerlo… todo el rato nos surgían otras cosas “más interesantes”. Finalmente, lo que hicimos, fue bloquearnos una mañana de trabajo y sentarnos con un café a poner ideas sobre la mesa, tomando conciencia y aceptando que teníamos la energía puesta en otra parte. De ahí terminó surgiendo esta idea de escribir sobre la conducta de procrastinar.

Andrea García y Marta Pérez

________________________________________________________________________________________________________________

Referencias

Altamirano-Chérrez, C. y Rodríguez-Pérez, M. (2021). Procrastinación académica y su relación con la ansiedad. Revista Eugenio Espejo, 15(3), 16–28. https://doi.org/10.37135/ee.04.12.03

Barraza, A. y Barraza, S. (2018). Evidencias de validez y confiabilidad de la escala de procrastinación académica en una población estudiantil mexicana. Rev. de Psicol. y Cienc. Del Comport., 9(1), 75–99.

Furlan, L. A., & Martínez Santos, G. (2023). Intervención en un caso de ansiedad ante exámenes, perfeccionismo desadaptativo y procrastinación. Revista Digital de Investigación en Docencia Universitaria, 17(1).

Guzmán, M. A. O. (2017). PROCRASTINACIÓN ACADÉMICA:¿ UNA CONSECUENCIA EMOCIONAL DE LA EVALUACIÓN?. Recuperado de: https://www. researchgate. net/publication/337570594_Procrastinacion_academica_una_consecuencia_emocional_de_la_evaluacion.

Laureano, C. A., & Ampudia, L. G. (2019). Procrastinación: revisión teórica. Revista de investigación en psicología, 22(2), 363-378.

Real Academia Española (2024). Diccionario de la lengua española (23a ed.).

Villagómez Vacacela, D. C., Moreano Jara, L. J., & Chavez Contreras, D. M. (2023). Procrastinación académica y dependencia al dispositivo móvil en estudiantes universitarios. Revista Eugenio Espejo, 17(3), 42-51.