Mindfulness en el día a día: desactivando el piloto automático

El sufrimiento forma parte de la vida. Todos sufrimos y es así, en parte, por la evolución de nuestra especie y su supervivencia. Nuestro cerebro nos brinda instintos y capacidades intelectuales que nos ayudan a sobrevivir, de manera que somos capaces de detectar peligros y protegernos ante los mismos. A medida que vamos sumando experiencias y gracias a nuestra capacidad para razonar y planificar, los seres humanos podemos interpretar qué situaciones son amenazantes y pueden causarnos algún daño y por tanto, protegernos.

Sin embargo, el acto de pensar, a pesar de ser útil y maravilloso, también es fuente de desgaste emocional y malestar y, a diferencia de otras herramientas, los pensamientos no es posible dejarlos a un lado cuando no los necesitamos (Siegel, 2010).  Es posible que nos sintamos identificadxs con esa sensación de estar pensando constantemente en lo que ha pasado o en lo que podría pasar, de manera que podemos sentirnos preocupadxs y percibir que nos cuesta disfrutar de las cosas, como si todo el tiempo buscásemos estar en otro lugar, esperanzadxs de que allí las cosas serán mejores, más cómo nos gustaría que fueran o como solían ser antes. A veces, intentamos huir de esos pensamientos que no nos gustan y, en cambio, parece que lo que hacemos por intentar escapar de ellos nos genera más sufrimiento aún. Normalmente de forma inconsciente, tendemos a suponer que nuestros pensamientos en determinados momentos se corresponden con la verdad, sin embargo, la mayoría de las veces no es así (Kabat-Zinn, 2009).

Por otro lado, también es habitual que los seres humanos activemos lo que podríamos conocer como “piloto automático”, de forma que no prestamos atención a lo que estamos haciendo ni lo que está pasando y por ende, tampoco tenemos sensación de disfrute.

Algo que nos puede ayudar en estos casos es la práctica de “mindfulness”.

El mindfulness se puede definir como la atención plena al momento presente de forma consciente, con curiosidad,  interés y aceptación. (Moñivas, Garcia-Diex y Garcia de Silva, 2012). Este concepto se refiere a la capacidad de la mente de estar presente en el aquí y el ahora. Practicarlo, nos permite reconocer las experiencias que se dan en el momento presente y aceptarlas, sin añadir sufrimiento a las mismas por los juicios e interpretaciones que hacemos de ellas (Paricio, 2022).

Antes de hablar de qué técnicas pueden favorecer nuestro bienestar, cabe destacar que ponerlas en práctica no es fácil, por lo que debemos intentar tener una mirada compasiva hacia nosotros mismos y no castigarnos en caso de no conseguirlo.

Para incorporar la atención plena en nuestro día a día, no tenemos que vernos obligados a meditar pues, no se trata únicamente de eso. Dentro de lo que se conoce como “mindfulness” podemos diferenciar entre prácticas formales (en este caso sí encontraríamos, por ejemplo, la meditación y respiración controlada) y por otro lado, las informales, que podrían ser entre otras:

  • prestar atención a cómo haces el desayuno
  • tomarte una ducha de forma totalmente consciente
  • disfrutar de la comida e intentar tomar conciencia de todos sus sabores y texturas

Es decir, las prácticas informales de “mindfulness” implican realizar actividades cotidianas de forma plenamente consciente. Puedes probar incorporando la atención plena a una o dos actividades del día a día, por ejemplo, siendo totalmente consciente de tus pasos dirección al trabajo o de vestirte por la mañana, de forma que poco a poco, esta manera de actuar pueda ir generalizándose a otras áreas de tu vida (Paricio, 2022).

Diversos estudios han concluido que practicar mindfulness promueve beneficios tanto a nivel físico como psicológico. Su práctica habitual se ha asociado con un aumento de estados emocionales agradables, menores niveles de estrés y una mejoría en el sistema inmune (Paricio, 2022). Nos permite desarrollar compasión y una transformación en la conciencia de nosotros mismos y mejora nuestra regulación emocional y capacidad atencional (Tang, Hölzel y Posner, 2015).

Destacamos entonces que, la atención plena nos enseña a parar y bajar la velocidad antes de actuar de forma impulsiva. Puede fomentar nuestra curiosidad y el sentirnos a gusto, ayudándonos a disfrutar del camino en lugar de fijarnos únicamente en el resultado. También, modifica nuestra forma de relacionarnos con nuestros pensamientos que a veces son autocríticos y culpabilizadores, y por tanto, promueve la amabilidad, paciencia y aceptación hacía unx mismx y hacía los demás. Conectar con el momento presente puede ayudarnos a reconectar con nosotrxs mismxs y a reducir nuestra ansiedad por el futuro (Altman, 2014).

Os invitamos a desactivar el piloto automático y empezar a estar presentes en el aquí y ahora. De antemano, os adelantamos que llevar a cabo este tipo de prácticas es complicado y que el objetivo, no es que dejen de aparecer pensamientos incómodos ante las mismas, sino que aunque aparezcan, no los juzguemos, no intentemos evitarlos y, sobre todo, no dejemos de hacer eso que estamos haciendo y de prestarle toda nuestra atención. De este modo, los pensamientos podrán pasar a un segundo plano de forma que no interfieran en nuestras acciones.

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REFERENCIAS:

Tang, Y. Y., Hölzel, B. K. y Posner, M. I. (2015). The neuroscience of mindfulness meditation. Nature Reviews Neuroscience, 16, 213-225. http://dx.doi.org/10.1038/nrn3916

Siegel, R. D. (2010). La solución mindfulness. Bilbao, España: Desclée de Brouwer.

Moñivas, A., García-Diex, G., & García-De-Silva, R. (2012). MINDFULNESS (ATENCIÓN PLENA): CONCEPTO Y TEORÍA. Portularia, XII( ), 83-89.

Kabat-Zinn, J. (2009). Mindfulness en la vida cotidiana: donde quiera que vayas, ahí estás (Vol. 256). Grupo Planeta (GBS).

Del Castillo, R. P. (2022). Técnicas de mindfulness y regulación emocional en el ámbito familiar como estrategia de prevención en el ámbito de la salud mental. RCA Grupo Editor.

Altman, D. (2014). 50 técnicas de mindfulness: para la ansiedad, la depresión, el estrés y el dolor. Editorial Sirio.