Todxs somos madres y padres antes incluso de quedarnos embarazados. La idea de ser ma-padre y de cómo lo vamos a ser o si lo vamos a hacer es algo que tenemos de forma más o menos consciente en nuestra mente.
Somos hijxs de alguien, y por ello, tenemos un patrón de crianza, un sistema de apego establecido de forma no consciente en un principio, que repetimos en nuestras relaciones más cercanas. Padres con estilos de apego seguro suelen tener hijxs con este estilo de apego seguro. Y lo mismo ocurre con el estilo ansioso o evitativo. La seguridad, o la falta de ella tiende a heredarse a través de las generaciones. (Van Ijzendoorn, 1992).
Este sistema de apego nos protege, o no tanto, en cómo nos vinculamos con los demás, y nos aporta una idea de cómo podemos llegar a reproducir lo vivido.
En la medida que seamos más conscientes de nuestra historia, que estemos más conectados a nosotrxs mismxs, que reaprendamos cómo nos autogestionamos, cómo nos tratamos, cómo nos vinculamos, seremos más conscientes, estaremos más presentes y tendremos más capacidad de conexión en la relación con la persona que queremos traer al mundo.
Pero… ¿qué hago si yo no siento esa seguridad, si yo no siento esa conexión conmigo mismo?
Durante el embarazo, e incluso durante la búsqueda de este, se abren crisis que a lo mejor creíamos resueltas, pero que no lo estaban tanto. Se “reabren las entrañas”. Vuelve a salir nuestra parte más insegura, nuestros miedos, nuestras necesidades no cubiertas… Además, es muy complicado transmitir algo que uno no siente, que uno no ha tenido, que no sabe dar o que incluso, no puede dar.
La maternidad es un periodo de crisis dentro del ciclo vital, que socialmente está muy poco abordado e incluso se encuentra muy idealizado. Matrescencia (Rafael, 1973) es un término que propone dar visibilidad al proceso de convertirse en madre. Engloba los cambios que experimenta cada mujer en distintas áreas: lo biológico, lo psicológico, lo social, político o espiritual (Fernández Lorenzo, P y Olza, Ibone, 2020).
Como toda crisis, saca a la luz aquellas partes que todavía necesitan atención y reparación, pero también proporciona una gran oportunidad para poder cuidar, para poder atender, para poder conectar y renarrar.
De ahí la importancia de maternar a las madres. Y a sus parejas.
Nos regulamos en relación a otra persona que nos ha ayudado y/o nos ayudan a regularnos, a entendernos, a conectar, a sintonizar. Una persona que nos genera confianza, que nos facilita la autonomía, que nos brinda la capacidad para querer, para integrar nuestra sexualidad.
“En los primeros momentos de la vida, la conexión con la madre o cuidador principal, opera como un regulador del sistema nervioso del bebé, ya que aprender a regularse a través de la relación con el adulto que le cuida.” (Laurence Heller, PhD y Aline LaPierre, PsyD; 2017)
Es por ello, que, durante el embarazo y la maternidad, donde se mueven tantos pilares importantes para las madres, donde éstas vuelven a ser niñas con las carencias socioafectivas que tuvieron, donde se manifiestan esas necesidades cubiertas y no cubiertas, donde en muchas ocasiones se reviven experiencias traumáticas (incluso transgeneracionalmente) asociadas a abortos no narrados, a situaciones complicadas en el embarazo, en el parto o en el postparto…. Es fundamental que, en esta etapa, se proporcione un acompañamiento, una contención y un sostén a las madres, donde ellas se vayan sintiendo conectadas con y en su cuerpo, reguladas emocionalmente y confiadas y presentes en su vida. Donde se acompañe a este nuevo proceso, a esta nueva capa o nivel de identidad.
Maternar a las madres genera salud mental presente y futura; mejora el vínculo de la madre con el bebé y, por ende, ayuda a generar mejores relaciones que pueden proporcionar una salud mental adecuada en la infancia.
¿Y qué hacemos con su pareja? ¿Qué función tiene?
La pareja de la madre tiene diferentes etapas y procesos debido a su situación de no gestante. Poder conocer estas etapas, acompañar en la relación de la pareja, en sus propios miedos e inseguridades, en el papel tan importante de sostén del binomio madre-hijx… ayuda a que el vínculo de la nueva familia que nace, se establezca más seguro, confiable, estable y flexible.
Lxs distintos miembros familiares van adquiriendo una nueva identidad, como grupo y como personas. Poder comprender este proceso, estar en sintonía con él, gestionar el ambiente familiar, acompañar la relación entre la pareja de pa-madres, tener una visión sobre la influencia del contexto sociocultural donde se encuentra la familia…. Son factores que ayudan a mejorar las condiciones para que la familia se vincule de forma sana, segura y conectada.
De ahí que, si antes mencionaba la importancia de maternar a las madres, cuando se cuida y acompaña a las familias en su conjunto y con los distintos miembros, este proceso se amplía y mejora. Maternar a las familias genera salud.
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REFERENCIAS:
- Fernández Lorenzo, P. y Olza, I. (2020) Psicología del embarazo. Síntesis
- Laurence Heller, PhD y Aline LaPierre, PsyD (2017). Curar el trauma del desarrollo. El método Relacional Neuroafectivo (NARM TM) para restablecer la conexión. Elefheria, S.L.
- Pitillas, C. y Berástegue, A. (2018). Primera alianza. Fortalecer y reparar los vínculos tempranos. Gedisa
- Raphael, D. (1973). Matrescence, becoming a mother, a “new/old” rite the passage. En D. Raphael (Ed.). Being female: reproduction, power and change (pp. 65-71). París Mouton Publishers.
- Tsabary, S. (2019). Padres conscientes. Educar para crecer. Penguin Random House Grupo Editorial.
- Van Ijzendoorn, M. H. (1992). Intergenerational transmission of parenting: A rewiew of studies in nonclinical populations. Developmental review, 12(1), págs.. 76-99