“LA ERA DE LA INMEDIATEZ”

Es de suponer que a nadie se le haga raro escuchar la frase “vivimos muy rápido” hoy en día. Lo cierto es que actualmente disponemos de diferentes tipos de recursos que nos permiten ir a mayor velocidad y acceder más fácilmente a lo que deseamos. Sin embargo, puede que estos avances también tengan consecuencias negativas para nosotrxs.

Podríamos decir que, en la vida moderna, las personas somos más “cortoplacistas”. El cortoplacismo se define como la preferencia por los beneficios a corto plazo que, por aquellas consecuencias beneficiosas a largo plazo, incluso aunque estas últimas sean más valiosas. Esta tendencia en los seres humanos ha sido influenciada significativamente por los cambios a nivel cultural y tecnológico, explicando Wang et al. (2020) que factores como el estrés y la sobreestimulación digital lo intensifican.  Esto me resulta familiar y me conecta con la manera de consumir la televisión hoy en día, que somos capaces de ver una serie prácticamente entera en una tarde, cuando hace no tanto tiempo teníamos que esperar al menos una semana para ver cada capítulo. También me lleva a pensar en el hecho no tan reciente de buscar en “Google” cualquier duda que nos surja en un momento dado, obteniendo una respuesta al instante, así como mandar un “WhatsApp” en lugar de esperar a ver a ese/a amigx y contarle nuestras novedades.

El hecho de que hoy en día tengamos a nuestro alcance distintas cosas con mayor facilidad y rapidez parece habernos arrollado a la tendencia general de escoger la gratificación inmediata en lugar de esperar para obtener resultados de mayor agrado en un futuro. Según un análisis de Twenge et al. (2021), las generaciones más jóvenes, que han crecido en este entorno, muestran mayores niveles de impaciencia en comparación con las generaciones anteriores. Otro ejemplo de esto lo tenemos en la tecnología digital, como las redes sociales, diseñada para ofrecer recompensas inmediatas, como «likes» o notificaciones, que activan el sistema de dopamina en el cerebro, relacionado con el placer y la motivación. Un estudio de Fisher et al. (2018) muestra que esta activación constante refuerza el comportamiento de búsqueda de recompensas rápidas, reduciendo la capacidad de esperar por beneficios a largo plazo. Además, la liberación excesiva de dopamina puede disminuir la motivación para esfuerzos prolongados, lo que reduce la paciencia y la resiliencia ante las dificultades (Berridge & Robinson, 2016).

Al parecer, las nuevas maneras de vivir la vida, así como los estilos de crianza de las últimas décadas, parecen haber disminuido nuestra capacidad de frustración. Por ejemplo, Según un trabajo de Luthar et al. (2017), muchos padres intentan evitar que sus hijos experimenten cualquier forma de malestar, disminuyendo la exposición de estos últimos a la frustración, lo que puede dificultar el desarrollo de habilidades para manejar contratiempos. En este sentido la tecnología influye considerablemente, ya que ofrece una sensación de control constante: desde personalizar nuestras experiencias digitales hasta encontrar soluciones rápidas con un clic. Esta ilusión puede hacer que la vida real, llena de incertidumbre y retrasos, sea más frustrante (Haidt & Lukianoff, 2018). Según un estudio de Verduyn et al. (2020), el uso excesivo de redes sociales está relacionado con una mayor sensibilidad emocional y dificultad para lidiar con la frustración.

No nos podemos olvidar de que el hecho de tener acceso inmediato a algunos de nuestros objetivos no necesariamente significa que estemos más satisfechos o la vida sea más fácil. Al contrario, parece que esto aumenta considerablemente nuestras demandas y, por tanto, nos puede llevar a experimentar niveles elevados de estrés. Esto, junto con la sobreexposición a las nuevas tecnologías, afecta al funcionamiento del córtex prefrontal, la región del cerebro responsable del autocontrol y la planificación a largo plazo (Arnsten, 2015).

Algunas ideas para lidiar mejor con la frustración y retar al cortoplacismo serian:  

  • Intentar postergar una recompensa para obtener un beneficio mayor.
  • Limitar el tiempo en redes sociales y adoptar prácticas de desconexión digital.
  • Permitir que los niños y adolescentes enfrenten dificultades en un entorno controlado para fomentar su capacidad de manejar frustraciones futuras.

Parece razonable que como consecuencia de todo esto, hoy en día sea más difícil gestionar nuestras emociones de una manera adaptativa y que podamos sostener el malestar, ya que nos hemos acostumbrado a cambiar las cosas con un “clic”. A lo mejor es interesante que tengamos presente el hecho de que hay situaciones que necesitan tiempo y esfuerzo… situaciones que no se pueden cambiar o elegir a nuestro antojo cómo y cuándo van a llegar. Debemos asimilar que nuestras emociones no responden al golpe de un botón y, por tanto, no se pueden transformar inmediatamente…y, menos mal que no somos máquinas y sentimos…aunque eso conlleve transitar momentos complicados.

Hay que recordar que, aunque el cortoplacismo y la baja tolerancia a la frustración son fenómenos observables en la sociedad moderna, no son inevitables. Entender a qué responden estos comportamientos y cómo se originan nos permite implementar estrategias para revertirlos y fomentar un equilibrio entre gratificación inmediata y metas a largo plazo. Esto nos puede ayudar adaptarnos de una forma más sana a esta “sociedad de la prisa”.

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REFERENCIAS

  • Arnsten, A. F. T. (2015). Stress weakens prefrontal networks: Molecular insults to higher cognition. Nature Neuroscience, 18(10), 1376–1385.
  • Berridge, K. C., & Robinson, T. E. (2016). Liking, wanting, and the incentive-sensitization theory of addiction. American Psychologist, 71(8), 670–679.
  • Fisher, M., Godwin, J., & Seltman, H. (2018). «Immediate Rewards: The Addictive Potential of Social Media.» Journal of Behavioral Addictions, 7(2), 139–147.
  • Haidt, J., & Lukianoff, G. (2018). The Coddling of the American Mind: How Good Intentions and Bad Ideas Are Setting Up a Generation for Failure. Penguin Books.
  • Luthar, S. S., Kumar, N. L., & Zillmer, N. (2017). Parenting and resilience: Raising children to thrive in the face of adversity. Annual Review of Clinical Psychology, 13, 229–253.
  • Twenge, J. M., & Campbell, W. K. (2021). «The Rise of Impatience: How Digital Culture Affects Long-Term Thinking.» Psychological Science in the Public Interest.
  • Verduyn, P., Ybarra, O., et al. (2020). Social media’s enduring effect on self-esteem and well-being: A meta-analysis. Journal of Experimental Social Psychology.